lunes, 21 de noviembre de 2011

JOSÉ-CARLOS MAINER.

No lo hago porque haya sido mi profesor, o más exactamente, porque sea mi profesor. Mi homenaje en algo que van a ser unas cortas líneas a este estudioso riguroso, exhausitivo, de léxico inquietante por rico y justo, a este profesor que ama su trabajo y que se compromete con su tarea, con la literatura, que te deja anonadado si tienes la suerte y el privilegio de ser (como fue mi caso) alumno suyo, experiencia tan grande donde la historia, la pintura, la literatura, el arte, la cultura, la vasta cultura, confluyen para saber, ciertamente, que cuando suene el timbre y acabe la clase comienza lo verdaderamente excitante: el deseo de saber más, de conocer, de aprender, de seguir.

Al terminar el libro titulado PARA MAINER de sus amigos y compañeros de viaje, publicado en Granada en 2011 por La Veleta he encontrado una frase de uno de sus alumnos aventajados que publicó bajo su dirección su tesis doctoral y que me ha emocionado de tal modo que os la dejo porque ya pertenece a ese tipo de citas que podemos hacer nuestras. Juan Marqués, que deja de manifiesto su admiración no disimulada y su gratitud expresa nos confiesa del modo más conmovedor que "quiere ser estudiante mientras viva, para poder ser siempre alumno suyo".

Había augurado que mis frases iban a ser pocas.  Me invade la emoción de estas palabras y el fino sabor del libro recién terminado.  Y es que ahora, más que nunca, necesito estar a solas y un rato con Mainer.  Tengo que pensar qué llevaba en esa carpeta de cuero que jamás abrió en clase ni de donde nunca sacó un triste apunte.  Esas clases donde de vez en cuando nos recordaba que "quien sólo sabe literatura, ni literatura sabe..."








jueves, 3 de noviembre de 2011

Llueve.  Día de huelga de profesores en defensa de la enseñanza pública.  Y en otros aspectos menos importantes inauguración oficial de este blog para el curso 2011-2012.  Ya era hora. 
Que llueva y que sea una jornada de huelga son cosas inevitables y necesarias.  Que yo escriba estas líneas, son cosas absolutamente prescindibles y mucho mejor haría, mientras espero a agarrar el coche e irme hasta el Polígono donde he quedado con mis compañeros para tomar un café antes de la concentración, sentarme a leer las páginas de la última novela que me tienen enredada, Negra espalda del tiempo, Javier Marías.

Será el aroma de este café recién hecho.  Será que tengo un compromiso conmigo misma.  Será que la lluvia trágica para mi pelo me envuelve en un rumor de teclas.  No sé.  Pero aquí estoy.  Y, en cualquier caso, ya era hora.

Como sabéis celebramos la primera reunión del Club de Lectura Juanelo el pasado miércoles y nos estrenamos con La muchacha de las bragas de oro de Juan Marsé.  Lo mejor del club fue, sin lugar a dudas, volver a vernos en la biblioteca, saludarnos y sonreirnos con mirada fresca porque la novela no gustó.  Tan solo Rosa comentó que al releerla después de unos años no le pareció una lectura tan aburrida como en su primera vez y como en la primera vez para el resto de nosotros.
Porque ese fue el problema, creo.  Que nos aburrió.

La historia que pretende contar el autor es muy interesante ya que habla del proceso creativo de una autobigrafía y si estamos en el terreno de la literatura, la imaginación y lo inventado no pueden estar al margen.  El protagonista escribe y reescribe constantemente su vida para, inevitablemente, cambiarla, construirse otra que le agradara más, no sé muy bien si llevado por el arrepentimiento o por la vergüenza.  Me interesa mucho también de esta novela el hecho de que todo lo importante que le ocurre parece que le sucede de casualidad, por error, sin querer.  Es sorprendente la escena del piano (Julián te echamos de menos en las páginas donde sonaba la música!!!) porque Forest hace el amor con la hermana de la mujer a la que ama, confundido y por engaño.  Como después con el capítulo de la puta.   Como después con la muchacha de las bragas de oro de la que apenas voy a hablar para quien coja ahora la novela... 
Todo lo demás es letargo, dejarse llevar, arrastrarse por una vida que no decide y que le amarga y que le anula y que le lleva a un momento de madurez gris, de ahogo, de pobreza moral. Pero ni siquiera esto, tan interesante, asoma a nuestra piel, donde finalmente, se sienten las cosas.

Me interesa este tipo sin esperanzas pero el autor no consigue mover en mí ningún sentimiento y eso me aburre, claro.  La relación con la muchacha es aún menos convincente, me sobra y no la entiendo. 

Se comentaron también en el Club las líneas de sexo, drogas y lenguaje soez, ya que no erótico, (o al menos a nadie nos llegó así) y del mismo modo no nos aportaron nada para hacernos llegar una novela que pasó lejos de nuestros sentimientos, esos que nos llevan a hablar de aspectos personales que nos refresca o nos confiesa o nos recuerda una novela que hacemos nuestra.  En fin.  A otra cosa, mariposa.

El próximo Club de Lectura está dedicado a un clásico en nuestras reuniones: don Miguel Delibes, esta vez con Las ratas.  Es una novela muy cortita que se lee casi de tirón y a los padres les interesaba porque en algún momento la leerán sus hijos (o deberían leerla).  Sé que nos gustará y sé que hablaremos de ella, para ella y por ella.  Y que inaugurará, está vez de verdad, nuestro corazón lector.

Para finalizar quiero deciros que se comentó la posibilidad de leer (o releer) Los enamoramientos, la última novela de Javier Marías, ya que Las ratas se lee muy rápido y podíamos llevar ambas novelas para la siguiente logia.  A mí me parece estupendo, claro.  Estamos hablando de mi autor favorito, de mi escritor preferido, del escritor al que más tiempo he dedicado en los últimos años de mi vida a leer y releer junto con Antonio Muñoz Molina, ambos tan importantes, ambos tan diferentes.  El tema de Los enamoramientos da para siete sesiones del Club pero yo creo que podremos solucionarlo en la segunda parte tras Las ratas y en la caña de después, tan necesaria.

No quiero terminar sin un apunte de homenaje.  El próximo sábado, 5 de noviembre, moría en México D.F. en 1963 don Luis Cernuda.  No es una contradicción hablar de "próximo" y citar un verbo en pasado.  Cernuda muere cada 5 de noviembre para recordarnos la lucha constante entre la realidad y el deseo y hoy más que nunca en estos días inciertos en los que deseamos una realidad distinta en términos prosaicos y realistas de trabajo para todos, de educación pública de calidad, de menos trabas para la cultura, de igualdad y respeto para el pueblo, de terribles desahucios que nos entristecen y que nos recuerdan lo peor de nosotros mismos. 
Y también, si me lo permitís, el deseo de una realidad donde nos dirija el amor y el cuidado, el cuidado de los demás, el valor de los cuidados que tan bien recuerdan mis alumnos, el valor de querernos tanto. Y además nos lo tenemos que decir.

Las certezas en la vida son imposibles.  Yo solo tengo una.  Existo porque tú me imaginas.  Existo porque me quieres y me cuidas.  Porque me mandas besos.  Porque no me olvidas.  Porque mientras nos pensemos y nos amemos y cuidemos los unos de los otros no habitaremos en la negra espalda del tiempo.  Porque vivimos mientras estamos en el corazón de los demás. 
En este momento tan especial, unos versos que me conmueven siempre.  Y un beso a don Luis.  Y mil besos a vosotros que me cuidáis y que me queréis.  Gracias.

Si el hombre pudiera decir lo que ama...

Si el hombre pudiera decir lo que ama,
si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo
como una nube en la luz;
si como muros que se derrumban,
para saludar la verdad erguida en medio,
pudiera derrumbar su cuerpo,
dejando sólo la verdad de su amor,
la verdad de sí mismo,
que no se llama gloria, fortuna o ambición,
sino amor o deseo,
yo sería aquel que imaginaba;
aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos
proclama ante los hombres la verdad ignorada,
la verdad de su amor verdadero.

Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien
cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;
alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina
por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,
y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu
como leños perdidos que el mar anega o levanta
libremente, con la libertad del amor,
la única libertad que me exalta,
la única libertad por que muero.

Tú justificas mi existencia:
si no te conozco, no he vivido;
si muero sin conocerte, no muero,  porque no he vivido.

Luis Cernuda.