martes, 27 de septiembre de 2011

Sé que es un blog de literatura, pero....

En estos días inciertos, los profesores de Educación Secundaria andamos un poco desconcertados.  Una mañana de septiembre, camino del trabajo, en la radio oímos una serie de medidas y recortes laborales que no parecían serios y que, al menos yo, asumí con despreocupación.  No porque yo sea una despreocupada, sino porque algo en mi interior decía que no era posible.

Así que pensaba: "No puede ser posible que toquen la escuela pública.  Llevamos muchos años recibiendo a todo el alumnado que no se atiende en el resto de colegios concertados (gestionados con fondos públicos, por otro lado) y privados y no nos pueden quitar profesorado ya que dejaríamos de atender a una parte muy importante de "nuestros chicos".  No. No será posible".  Pero para mi estupefacción sí fue posible.  No sólo eso sino que la conversación viró y de pronto comprobé que desviando la atención de lo realmente importante, es decir, mis alumnos, a mi alrededor preocupaba que sólo trabajaba dieciocho horas a la semana.  Aún así seguí pensando: "No puede ser que se crean esa falacia, los padres saben que en mi casa preparo las clases, que los exámenes no se corrigen por la noche mientras sueño con una educación pública de calidad, que las extraescolares suponen días enteros fuera de mi casa y lejos de mi familia, que las compras para la biblioteca necesitan muchas visitas a librerías..." En fin.  No me preocupé.  Dudé, de hecho de que alguien creyese esa afirmación.

Después de cuatro semanas ya no tengo despreocupación.  De hecho estoy preocupadísima porque han tocado algo en lo que creo y por lo que muchos compañeros y yo invertimos una gran cantidad no sólo de tiempo sino de ilusión.  La escuela pública.  Porque para mí ese es el problema.  Me siento herida como profesora de la escuela pública y como madre de dos hijas que van a una escuela pública.  Esa donde cabemos todos, esa que es un microcosmos de la sociedad actual, con programas de interculturalidad, con apoyo a los que muestran necesidades especiales, con español para extranjeros, con un programa de bilingüismo, con excursiones a Europa, con unos grupos de Bachillerato que nos despiden con palabras amables y que nos regalan su esfuerzo y nos hacen sentir especiales cuando nos dicen desde arriba lo bien que han quedado en las Pruebas de Acceso a la Universidad.  Una escuela donde comemos en un recreo la comida típica de todos los países que hoy integran nuestra comunidad educativa.  Una escuela en la que creo y a la que llevo a mis hijas. Una escuela que posibilita que yo me siente a escribir esta carta porque creo en mis alumnos y lucho por ellos.

Por eso estoy herida.  Porque no puede ser que sea lo primero que se haya tocado para "resolver la crisis".  Yo no pongo en duda que estemos en una situación muy delicada económicamente pero alguien tendrá que explicarme por qué primero se ha comenzado por nuestros hijos, por mis hijos, por mis alumnos.  No lo entiendo y quiero que me lo expliquen.  Por qué no se ha empezado con otras cosas que no atañen al futuro de este país, por qué se sigue viendo la educación como gasto y no como inversión, por qué la escuela pública, por qué los niños y jóvenes los primeros.
Los que ahora recortan dudo mucho que hayan bajado sus sueldos.  Dudo que sus hijos vengan a mi Centro.  Dudo que no haya otros recortes antes que tocar a nuestros muchachos.  A nuestro futuro.  En la escuela que es de todos. Señores, por favor, prediquen con el ejemplo.

Cuando un barco tiene problemas, el primero en abandonar es el capitán.  Jamás los niños han saltado los primeros. Los niños nunca han sido los primeros en abandonar el barco.  De hecho, preferiría mil veces, si es que nos ahogamos, abandonar todos juntos la nave antes que empujar a nuestros hijos, a mis alumnos, a la deriva.

Sólo una cosa más: gracias a mis alumnos.  De verdad.  A todos.  Gracias.  Porque ser vuestra profesora ha sido tan importante que soy una persona distinta, no sé si mejor, eso no lo puedo juzgar yo.  Pero sí más comprensiva, más generosa, más amable, más sonriente, más inquieta, más completa.  Eso no me lo pueden recortar. Seguiremos aprendiendo porque mañana siempre es un gran día.
P.D. No me olvido de mis compañeros interinos.

2 comentarios:

  1. "No puede ser posible que toquen la escuela pública"...¿Qué esperábamos?. Dice Ralph, el del Los Simpson, que "El aliento de mi gato huele a comida de gato". A estos se les puede decir de todo, menos que sorprendan o engañen.

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    1. Pero hay que decir. Porque si estamos callados, estamos de acuerdo ¿no?

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