lunes, 23 de mayo de 2011

Quiero saber dónde estás.

Qué raro cuando te recuerdan desde fuera y de casualidad la condición del ser humano.  Y es que en este tiempo ha venido a mí con un envoltorio de regalo, la reflexión sabida de que cuando somos inmundicia lo somos de veras.

He tenido tres experiencias en mis ojos y en mis manos sitúadas cronológicamente desde los tiempos de la Inquisición en el siglo XVI, las torturas en la Argentina de Pinochet y la ocupación soviética de Estados como Eslovenia.  Y todo en menos de un mes y de manera abrumadora y envolvente, sin poder salir de ellos.

Todo comenzó con la lectura de El hereje, de don Miguel Delibes.  Una lectura deliciosa que comentaremos pasado mañana en el Club de Lectura Juanelo Turriano.  La vida de Cipriano Salcedo me sedujo desde la primera página y disfrute muchísimo con la lectura pero me llevo también a recordar a Lutero y a la Iglesia y a la Contrarreforma y por supuesto a la Inquisición.  Hombres contra hombres, Hombres que se creen que pueden escribirse en mayúscula puesto que la minúscula puede ser vapuleada, torturada, deshonrada, humillada e incluso quemada viva por, nada más y nada menos, que el pensamiento diferente.  La vida de un tipo que desde que nace vive en los límites del amor y ahí perdura, en el límite de todo lo que le va aconteciendo.  Y que deseas estar tan cerca de él que tus manos no pueden dejar la novela.  Muchos la habréis leído, qué más puedo decir.... Cuando yo creía en Dios nunca lo hice desde el temor ni el castigo.  Ahora prefiero creer en el amor y en los niños y en los abrazos y en el perdón.

En un viernes solitario puse la tele para darle descanso a Cipriano y disfrutar con la vida de otra persona muy peculiar, Pepín Bello, en un programa que me encanta en la noche de los viernes en La 2, Imprescindibles.  Esto fue un regalo.  La vida de este escritor sin obra y la de sus contemporáneos y la época que les tocó vivir siempre me ha seducido mucho y lo vi con pasión y una sonrisa. Y un vino blanco muuuuuy frío.
Pero terminó y comenzaba rápidamente un programa sobre la tortura en Argentina....  No quería verlo, era por la noche y quería acostarme tranquila pero el diseño del programa era muy tentador.  Héctor Alterio entrevistaba a un torturador de la época de Pinochet y la historia te iba atrapando sin remedio.  Mierda.  Sabía que luego lo pasaría fatal.  Pero no le di al off.  Era una entrevista y unos días que ocurrieron en realidad, aunque en el programa el torturador era un actor todo había sido como se contaba.  Y los testimonios eran francamente desgarradores.
He leído las novelas de Isabel Allende (sí, me encanta, lo siento por los puristas) y he leído de estas torturas y desapariciones.  Y la reflexión aquí no la voy a hacer yo.  Desolador.

Y cuando terminé El hereje me puse rápidamente con una novela que me había regalado Asun, mi "amiga invisible" del instituto en el Día del Libro que celebramos con este "juego".  La novela Purga.  La autora Sofi Oksanen.  Madre mía.
En dos ocasiones me venció esta novela.  En dos ocasiones la cerré y la llevé al armario donde me voy preparando las cositas que no se me pueden olvidar para cada viaje que realizo a Zaragoza y a Calanda.  Ropa para que me la cosa mi madre, alguna cremita o colonia de regalo para ella, juguetes de las niñas que ya no utilizan para tenerlos allí o para darlos a familias que conocen mis padres, mazapanes, vino castellano-manchego para mi padre, libros que voy leyendo y que sé que le pueden gustar a Cristina.  Se los doy y ella me devuelve los del mes anterior.  Es genial.  Pues bien.  Yo sabía desde la primera línea que a mi amiga Cris le iba a encantar este libro, porque es una tía muy fuerte y porque la historia nos va a hacer compartir unas cuantas cervezas.  Pero yo jugaba solo con la historia porque creo que fuerte, fuerte, no soy.
Pero algo tenían estas páginas porque no habían pasado ni dos horas que ya iba al armario a por ella.  Y sí.  La terminé, porque no podía hacer otra cosa.

Es una historia durísima sobre dos mujeres, una anciana y otra joven que por distintos motivos fueron torturadas y vejadas y humilladas y violadas y engañadas y convertidas en poco menos que insectos, lo peor, para ellas mismas.  Invasión sovíetica a partir de los años cuarenta en las Repúblicas del Norte de Europa.  Trata de blancas del Este en la actualidad.  Terrible.
Y todo contado con dureza y sin prejuicio.  Muy bien contado.  Soñado a veces.  Disuelto en metáfora.  Real y profundo.  Una maravilla de libro que todo el mundo debería leer.  Para saber y no olvidar.
Lo terrible es que ahora sé a diario cuántas chicas estarán secuestradas y maltratadas y convertidas en mercancía en cualquier cuchitril del mundo.  Bueno, lo terrible no.  Porque hay que saber.  Y después hacer.
Siempre se puede hacer algo.  Incluso con las ancianas que ahora viven en otro momento histórico.  Quizás sólo quieren que las escuchen.  Las que lo quieran contar.

Este bucle de lectura necesita un descanso.  Compré hace poco El hacedor (de Borges), Remake, de Agustín Fernández Mallo.  De momento me remito a la contraportada.  Escritura lúdica y rigor poético, humor y altas dosis de sabiduría narrativa.  Un placer.  Una lectura poética.  Una maravilla.

Porque no sólo somos inmundicia.  Pero no hay que olvidar.  Para no cometer los mismos errores.  Y no hay que dejar pasar la humillación ni la vejación ni hacer la vista gorda ni pensar que eso les pasa a otros. 
Todo lo humano nos pertenece. 

Deja que hoy termine esta entrada con un abrazo y con una sonrisa para ti que me lees. Tenemos que querernos mucho y preocuparnos los unos por los otros.  Y hacer el círculo muy grande.  Cada vez más grande.  Así siempre sabremos dónde está el otro. 
Y si nos necesita, podremos ayudarle.
Y si no, sabremos dónde está.

2 comentarios:

  1. Bueno, la cosa es que con la inmundicia se hace el compost ese, tan nutritivo para las plantas...

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