domingo, 19 de abril de 2015

Laureano.

Laureano es el compañero de habitación en el hospital donde está ingresado mi suegro.  

Mi suegro se llama Manuel, Manuel Armengod Sorribas.  Lo escribo completo porque él ya no sabe quién soy, no me conoce ni sabe mi nombre.  Pero yo sé el suyo y sé de él.  Y aunque sonría delante de mí, una extraña, cuando le digo que estoy muy enfadada porque no me recuerda, yo me quedo con su vida y con su bien hacer.  Manuel Armengod Sorribas es un buen hombre y así quedará en nuestro pensamiento y en nuestro corazón, para siempre.  

Laureano nació en 1927 y tiene una mente lúcida y una conversación presumida.  Le gusta que lo escuchen y a mí me encantó hacerlo durante horas.  

Laureano tiene 88 años y se peina el pelo él solo ahuecándolo en los lados porque si se es presumido se es para todo.  Quiere colonia y quiere ser atractivo.  A mí me cautivó, así que meta conquistada.

Laureano me contó de la Guerra Civil.  Él tiene su propia versión y no seré yo quien haga juicios sobre la vida de un anciano.  Mis padres y mis abuelos no fueron nunca al colegio pero me ensañaron sobre todo dos cosas: a ser agradecida y a ser respetuosa con los mayores.

Laureano me contó de Franco.  Me contó cómo se encontró una España destruida y saqueada, miserable y vacía y la llenó y la construyó y la rehizo y la sacó de la pobreza.  Está claro que mi pensamiento jamás defenderá a este dictador.  Pero yo no le pregunté por qué comenzó la guerra, por qué esa posguerra tan dura, por qué las cárceles, por qué las delaciones y por qué la injusticia durante cuarenta años.... Porque no debía y porque, además, yo sólo quería escuchar.

Laureano se despertó el viernes con la detención del Chorizo Rato.  A sus 88 años y después de una vida dura, durísima, es terrible ver para todos, pero sobre todo para los que han vivido estos últimos 80 años tantas españas, cómo se ha robado impunemente en este país y cómo se ha tratado a los que menos tienen. Mi abuelo José siempre repetía una frase como una letanía: "Al final a pagar el pocarropa".   Ay mis abuelos, es pensar en ellos y ponerme a llorar. Cuánto os extraño.....

Laureano sólo quería que todos ellos devolvieran lo que habían robado, y en eso estábamos de acuerdo.  "No hace falta que vayan a la cárcel, simplemente que devuelvan todo el dinero que se han llevado mientras se consentía arruinar a familias enteras.  Que se quede sin casa y que pida la ayuda de 400 euros mientras busca una mierda de trabajo y pide a sus familiares que lo acojan en una casa.  Que salga a la calle a comprar el pan todos los días delante de toda la gente a la que ha robado y de la que se ha reído".

Laureano tiene en sí mismo un discurso coherente.  Me encantaron frases suyas que se han quedado grabadas en mi memoria y que comparto: "Acabó la guerra y empezó el hambre".  "El hambre nos hizo vivir en comunidad porque todos nos ayudamos en el pueblo".

Laureano, a pesar de que defendía la figura del dictador me contaba que el hermano de su padre, su tío, fue reclutado para un "Comité de Vigilancia de los Rojos".  Cuando  entraron los Nacionales se echó al monte, donde sobrevivía con la comida que le llevaban familiares y amigos.  Pero el cura lo sacó del olivar donde estaba escondido y lo llevó a Toledo para ser "juzgado".  Nunca regresó.  Todos saben que lo fusilaron.  Así que convivieron con la tía viuda y sus dos primas, que hoy son sus hermanas.

Laureano repetía muchas veces como un estribillo: "Acabó la guerra y empezó el hambre".  Su conversación fluía en su verdad, en lo que vio y en lo que sintió.  En lo que tomó por convicción de vida diaria y eso no se puede juzgar.  No estudió, claro, a los diez años se convirtió en pastor y en el monte pasaba las horas.  Allí, aprendió los nombres de la Historia de memoria: "Franco abrió un Banderín de Enganche a la División Azul porque Hitler le pidió ayuda".  "El Alcázar de Toledo se convirtió en símbolo de la grandeza de Franco y el general Moscardó dio la vida de su hijo antes que salir del Alcázar".  "Desde nuestro pueblo se veían los reflejos azules y rojos de las bombas y de las batallas que se libraron en Toledo hasta que consiguieron echar a los Rojos".   

Laureano, esos reflejos azules y rojos son para mí un símbolo de esa guerra en azul y rojo donde todos perdimos.  Eso le dije, pero está sordo y sólo me sonrió.  Yo lo sé porque he vivido todos los días de mi infancia y primera juventud con mis abuelos y mis bisabuelos y con los vecinos.  Las historias de la Guerra Civil de personas como Laureano, Teresa, José, Luisa, Pilar, Manuel, Miguel, María, Ramona, Andrés... las tengo grabadas a fuego en mi corazón.  Teresa tan pequeña, con cuatro o cinco años, rapada la cabeza para distinguirla de las niñas vencedoras, apedreada y gritada: "roja, rojilla" mientras el hambre y la miseria la juzgaban por haber perdido una guerra de la que no sabía ni debería haber sabido.  

Laureano tiene su Historia.  También momentos felices como cuando "siendo novios, invitó a su Rufina a la plaza de toros de Olías a ver nada menos que a Luis Miguel Dominguín.  Allí estaba también Lucía Bosé, de novia del torero, y fue definitivo para que por fin Rufina consintiera casarse con él".  Eso es un golpe de suerte, Laureano.  

Laureano, luego subiré a verte.  A ti y a Manuel.  Te llevaré unos dulces porque quiero dártelos con un beso.  Me he enamorado de tu lucidez y de tu conversación, me has ganado con las palabras.  

Laureano, tendrás que perdonarme porque mis convicciones políticas son radicalmente opuestas y cuando me encuentro en conversaciones como la del viernes, me agarro en silencio a la mano de Inés y de Galán y de Comprendes.  De Cristino. De Manolita y de Antonio y de Isabel y Pilarín. Y el olor a clavo y a limón inunda el espacio donde estoy para darme la paz que traen las personas a las que no se olvida.

Laureano tendremos que tomarnos fuera del hospital un vinito para llegar a un acuerdo.  Yo supe de tu respeto y yo te ofrecí el mío.  Eso es lo que quizá falte en este país.  No consentir esta guerra financiera que ha arruinado a familias enteras, a los pocarropa, y que siga esta hambre sin que los que pensamos distinto digamos de una vez por todas que no a la injusticia.  Da igual la opción política que tomemos, la humana en las personas buenas siempre es la misma. 

Laureano, gracias por llenar con tus palabras mis silencios.  Espero que no te importe que haya contado un poco de nuestra conversación.

Laureano, un beso corazón.  Sé que tú también eres una buena persona.


EN EL PRINCIPIO

Si he perdido la vida, el tiempo, todo
lo que tiré, como un anillo, al agua,
si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra.

Si he sufrido la sed, el hambre, todo
lo que era mío y resultó ser nada,
si he segado las sombras en silencio,
me queda la palabra.

Si abrí los labios para ver el rostro
puro y terrible de mi patria,
si abrí los labios hasta desgarrármelos,
me queda la palabra.

Blas de Otero.
Pido la paz y la palabra.  1955.

http://platea.pntic.mec.es/~jdelucas/otero.htm



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3 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Tuve los mejores compañeros en la carrera, maña. Y tus rizos aún me acompañan....

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    2. De estas historias que llegan hondo aunque la visión sea radicalmente distinta. Y te dices, qué bien lo hizo la iglesia y el ejército, que entre el cura y el guardia civil del pueblo manipularon y engañaron a tanta gente inocente

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