miércoles, 23 de marzo de 2011

Tan "dentro" de la vida.

Vengo del Club de lectura y me siento a escribir con la esperanza de que no se me quite de la piel la emoción tan intensa que me acompaña desde que he salido por la puerta del instituto.  De hecho, aquí estoy, toda de negro todavía, sin quitarme ni las botas a pesar de que tengo la sensación de tener los pies helados, creo que se me han mojado los calcetines con la lluvia.  Qué tendrán las tardes de lluvia que las hacen tan especiales??!!

No quiero que se me olvide temprano. Es como cuando me despierto y he tenido un sueño bonito, un sueño que me ha atrapado y no quiero que se evapore, quiero vivir dentro de él, un rato más por favor, un poco más, incluso en la ducha, incluso en el coche, incluso en el pasillo de camino al aula...  Ahora no quiero perder un ápice de la emoción tan intensa que ha sido compartir estas ¡casi tres horas! en una reunión tan chulísima.

Tan cerca de la vidaSantiago Roncagliolo.  El libro diréis que no es nada del otro mundo.  Bueno.  La historia se lee fenomenal y te va atrapando.  Fundamentalmente porque bajo mi punto de vista está muy bien escrito.  Este peruanito te engancha con un argumento muy bien contado, con momentos inolvidables, como el del baile, con esos cambios de persona que hace el narrador tan acertados en esta novela, con esas frases que le vienen a la cabeza a nuestro Max, mi pobre Max.

Yo hice una lectura distinta a la que me propone el desenlace del libro y por eso me enfadó ese final rápido con el que se despide.  Para mí no era necesaria ninguna historia porque me atraparon estos dos personajes olvidados, estos dos desheredados, dos perdedores al fin y al cabo que se encuentran en la otra punta del mundo, en Tokio, con dos historias que arrastran como dos maletas tan pesadas.
Pero a Eva y a Yolanda les gustó el final y ese final y que tuviera final y que tuviera ese final.  Y esto es lo genial de un club de lectura.  Que la novela se hace enorme.  Y tienes otra lectura.  Y ves la esperanza que transmite Eva y el optimismo que nos brinda Yolanda.  Y ya no estoy tan enfadada con el final.  Aunque me quedo con mi lectura.  Algo tienen los perdedores que me atraen como un imán. 

Después nos hemos despedido con poesía.  ¿Hay algo más bonito?  Hemos leído y comentado cada poema que hemos llevado esta tarde y las reflexiones han sido tan honestas, tan personales, tan confesionales, que de ahí que venga hoy con esta sensación tan especial.  Y lo mejor es que sólo puedo dar las gracias.  Me siento tan agradecida de pertenecer a un grupo tan amable, tan que se deja amar y ama...  Se abren puertas en estas charlas que son tan bonitas porque se elimina de entrada cualquier pudor.

Y si pensáis que esto es el final, no lo es.  Julián me había grabado un disco para mi coche con alternador nuevo o reparado (supongo que nuevo, más que nada por el sablazo), que me había cautivado un día que viajé en su coche con alternador viejo.  Uno de esos viajes a Ítaca.  Y hoy, de vuelta a casa, con las sensaciones a flor de piel sonaba esto:

http://www.youtube.com/watch?v=Lv4D5glbdx0

¿No es un final precioso?



5 comentarios:

  1. "Al llegar, Max tuvo un sueño extraño. O quizá no fue un sueño." Tu pobre Max.

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  2. Jajajajaja, mi pobre Max es sólo el prota del libro, tranquilo.

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  3. Y quién te dice que él no somos yo?

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  4. ¡Voy a intentar insertar un comentario!
    Ayer fue una tarde deliciosa, me quedé con una sonrisa de tonta que me dura todavía. La lectura de los poemas y las razones por las que los habiamos escogido cada uno fué un acto mágico que me hizo sentir parte de algo especial. ¡En fin!...

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  5. Me desprendo del pudor que tú conoces Sonia y me lanzo a tu blog públicamente. No pude compartir el último club, pero no quiero dejar de comentar el libro.
    Para mí es la historia de dos frágiles infelices (dos más) marcados por un pasado cruel (mucho más el de Max). Insertos en un contexto frío: estos mundos futuros (inspirados en Orwell y su 1984 pero muy alejados de sus pretensiones, calidad y perspicacia) ya te digo que no me atraen. Los sofisticados robots y la pérfida mente humana capaz de fabricar "otros" con intención de mejorar la especie o nuestro futuro o yo que sé qué me producen una frialdad tremenda. No me gusta ese certamen horrible al que acude nuestro Max y menos aún que resulte que en el fondo él sea uno de esos entes modificados por retorcidos prójimos.

    Tengo terror a que algo así pudiera ser posible algún día. Las apariciones de la niña me dan casi miedo ¡por dios qué ratos más malos en el ascensor!... Y el mundo japonés contiene demasiados lugares comunes (la que te regala abrazos, los que bailan, los pescados...)

    Los personajes, solitarios, indefensos, maltratados por el destino y, encima ¡los pobres!, manipulados.

    ¿Lo mejor? La relación entre Max y Mai. Dulzura extrema en sus momentos juntos, la atracción en estado puro: la compañía, el feeling instantáneo e irracional,la comunicación sin idioma, en el silencio... eso me gusta.
    Y también el final...por lo de la esperanza. Porque quizás encuentren una forma de felicidad. Porque siguen vivos. Sobre todo porque siguen vivos. Y tal vez juntos puedan levantarse sobre sus cenizas... cerca de la vida.

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